الأحد، 9 يونيو 2013

Masturbarium

S101

Siempre discreta, tratando de pasar desapercibida, disimulando tu belleza y la rotundidad de tus formas.

Y entonces, un día…

Te maquillaste exageradamente. Tus labios, con un rojo brillante; tus ojos, con una sombra azul; tus mejillas, con tanto colorete que parecía una segunda piel.

Te pusiste una minifalda muy corta, sin medias (sólo más tarde descubrí que no te pusiste bragas). Y una blusa con un escote revelador. Y así, salimos a la calle.

"Renovarse o morir", me dijiste.

Cuando regresamos a casa, no llegamos a entrar: en la escalera, junto a nuestra puerta, te alcé la minifalda y te clavé desde atrás y de una estocada mi miembro en tu vagina chorreante.

Me gustan los cambios.

S100

Cuando te desvirtualicé, no eras tan guapa como parecías en tu avatar. Pero sí tan caliente como decías en tus tweets. Y tu novioamantemancebo, tan liberal como se dejaba ver en los suyos.

Bastó encontrar un rincón discreto para, entre los dos, despojarte de todos esos orgasmos que llevabas colgando.

S99

En mi anuncio, dejé claro que no me importaba tener una conversación tórrida en el chat con un hombre o una mujer. Pero tú te has empeñado, a pesar de que todos los pequeños indicios así lo señalan, en hacerte pasar por una mujer.

Así que dejo de lado mi preferencia por la verdad y me entrego a una fantasía en la que construyes con letras la mujer que te gusta ser de vez en cuando, a pesar de saber que cuando yo eyacule, también será semen lo que saldrá de ti.

S98

Te encanta usar amplios escotes que evidencien tus grandes pechos. Y no tienes reparo en tomarte fotos y subirlas a esa red social. Y yo tampoco lo tengo en mirarlas mientras me masturbo.

Algo en tu mirada, cuando de vez en cuando coincidimos, me dice que sabes que lo hago. Y que te satisface.

S97

Es tu hermana la que está manoseando tus grandes tetas, pero la culpabilidad que te despierta solamente aumenta la humedad de tu entrepierna. No sabes como habéis llegado a esa situación. Quizá un comentario acerca del tamaño de tus pechos y la petición de ella de que se los mostrases.

Pero todo acaba cuando ella se agacha y se amorra a un pezón. Mueren los escrúpulos espoleados por la moral y se desboca el deseo. Cualquier arrepentimiento, que venga después del orgasmo.

S96

"Necesito que me den verga" escuché que decía una negra enorme en la cabina que estaba junto a la mía en el locutorio desde donde ambos llamábamos.

No perdí el tiempo. Colgué y entré en su cabina, dejando salir por la bragueta la tremenda erección que me había causado con sus palabras. Ella tampoco lo perdió y nada más verla, la recibió en su boca.

El que tardó en darse cuenta fue el cobrador del locutorio. O eso, o se masturbó viéndonos y sólo nos echó después de haberse corrido.

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S95

¿Cuántas veces te vi en la oficina y agaché la mirada ante tus hermosos ojos y murmure un trémulo "buenos días"? ¿Cuántas veces quise decirte algo, cualquier cosa, sólo para tener una excusa para acercarme? ¿Cuántas veces pensé que eras totalmente inalcanzable?

Tantas como orgasmos te he arrancado ahora que estoy con mi boca entre tus piernas. Y que hubieran sido más a lo largo del tiempo si tú me hubieses dado señales de que ese camino estaba abierto para mí.

Pero no importa: recuperemos el tiempo.

S94

Cada vez que pasaba por delante de aquella tienda, echaba un ojo dentro y cruzaba miradas con la tierna muchacha negra que atendía allí. Pasaba a diario, por lo que las miradas que se cruzaron fueron muchas.

Un día en que vio que no había clientes, regresó sobre sus pasos y entró. Fue directo hacia ella, sin decir palabra: su objetivo era la boca carnosa de aquella mujer.

Pero ella fue más rápida: abrió su blusa y dejó ver unos pechos pequeños pero duros, tan duros como sus tiesos pezones. Al verlos, tan sólo olvidó su objetivo original y se lanzó sobre ellos.

Chupándolos fue que le encontró el siguiente cliente que entró y salió por las mismas por eso de que es de mala educación interrumpir.

S93

Apenas cumplió la mayoría de edad, fue en búsqueda de aquel hombre que la triplicaba. Y entonces, sin ningún riesgo legal, se entregó a pesar de que él se resistía. Pero terminó por ceder, los hombres siempre terminan por ceder a un acoso lo suficientemente empecinado y explícito.

Y ella, que ya no era virgen, supo disfrutar y hacer disfrutar a aquel largo y grueso pene que había visto una vez por accidente cuando él fue de visita a casa de sus padres. Aunque aquello le costase que no volviera por allí.

S92

Pagué por mirarla. No porque fuese especialmente bella sino precisamente porque no lo era: porque era común, vulgar, sin nada por lo que destacase en una calle abarrotada de gente.

Y era por eso por lo que quería mirarla tocarse, acariciarse el cuerpo desnudo, pellizcarse los pezones, hacer vibrar su dedo sobre su clítoris antes de penetrarse con dos dedos por la vagina mientras la otra mano entraba en su culo.

Porque siempre ver a una mujer normal ser pornográfica resulta más excitante que ver a esas diosas inalcanzables: es traer un trozo de ficción a la realidad más cercana.

S91

Yo, caminando hacia la mitad de mis veinte; ella, habiéndolos dejado atrás hacía otros veinte. Yo, sin nada destacable en mi físico; ella, tan flaca como la había conocido en mi pubertad.

Tantos años en los que me había visto crecer, tantos años en los que había estado entre mis primeras fantasías lúbricas, tantos años en los que parecía haberme estado esperando ahora se desfogaban en el asiento trasero de su coche, donde se clavaba mi verga hasta el fondo cabalgando sobre mis piernas, donde me empotraba contra sus pequeños y caídos senos devorando los enhiestos pezones, donde un dedo se deslizaba dentro de su ano y era recibido con satisfacción y entusiasmo.

Y todo sin palabras. Ni una sola. Como en mis primeras fantasías.

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S90

Se encontraron en un café. Ella le dijo que lo suyo no podía ser. Él lo aceptó y la entregó todos los poemas que le había escrito. Después, agachó la cabeza y empezó a sollozar.

Ella leyó allí mismo algunos de los textos. Después, se sentó junto a él y le pasó brazo por los hombros. Sin embargo, no dijo ninguna palabra de consuelo. Sólo llevó la mano libre hasta la entrepierna de él y empezó a acariciarla. Él, perplejo, se dejó hacer.

Cuando su miembro se puso erecto, ella lo saco allí mismo, discretamente, y le masturbó hasta que que sus dedos quedaron encharcados de semen. Se los llevó a la boca y los lamió. Luego, le dio un beso en la mejilla y se marchó recordándole que lo suyo era imposible.

No sabía otra forma de hacer la decepción más llevadera.

S89

Ligeramente perjudicadas por el alcohol, las tres chicas se entregan a juegos lúbricos entre ellas. Desde caricias suaves recorriendo su piel desnuda hasta banquetes de pezones y clítoris. Desde besos que abandonan la ternura hasta penetraciones anales con sus finos dedos.

Toman fotos de todo y se lo envían al famoso homófobo que desde su púlpito público esparce odio a diario. Y éste, como sospechan, se masturba salvajemente viendo como ellas se entregan a lo que él tanto desprecia.

Llegará un día en el que ellas conseguirán una foto del homófobo mirándolas miembro en mano. Hasta entonces, esperan por la venganza caminando por un sendero de placer.

S88

Mientras veíamos aquella película de denuncia social, pusiste tu mano en mi entrepierna. Luego sacaste mi miembro erecto y agachaste la cabeza para engullirlo hasta que eyaculé mi carga de semen en tu boca.

No seré yo quien critique lo que te pone caliente. Cada cual tenemos nuestro propio detonador. Pero, ¿esa es la razón por la que eres una activista tan comprometida?

S87

Él es de esas personas a las que les gusta llevar la contraria. Por eso, cada vez que se encuentra en la prensa un artículo retrógrado que arremete contra la diversidad sexual, llama a su amigo de juegos y, por mucho que le gusten las mujeres, ambos se entregan con pasión a jugar con sus miembros erectos.

S86

Cuando se ha dormido, Inés entra en la habitación de su compañera de apartamento y se abre paso entre su pijama para depositar suaves besos en la piel caliente abandonada al sueño. Después, temerosa de ser descubierta, regresa a su dormitorio y busca entre sus piernas el placer que ansía que ella le diese.

Todas las noches, cuando ella se marcha, su compañera tiene sueños húmedos en los que Inés es la protagonista y al despertar se dice que tal vez no estaría mal probarlo algún día.

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S85

Si a una mujer atrevida y aventurera la enclaustras en la rutina más sosa, más fácil será entrar debajo de su falda. Y eso lo sabía el cornudo, que se encargó de darle a su esposa una vida en común de lo más aburrida, siempre a propósito.

Sin embargo, cada vez que ella abría sus piernas, ahí estaba él, escondido entre las sombras con una cámara. Luego, se entregaba en soledad al examen de aquellas infidelidades masturbándose con furia.

Y así, ya llevan 20 años.

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